lunes, 9 de abril de 2018

La máscara espiritual

Quizás el más grande obstáculo que podemos encontrar en el camino de nuestra evolución espiritual es que al ir quitándonos esas máscaras que fuimos adquiriendo con  nuestra educación y con las que nos sentíamos tan identificados, adoptemos otra máscara o disfraz : la del ego espiritual. 




Es muy fácil engañarnos y pensar que un ser espiritual debe comportarse de una determinada manera, vestirse de un cierto color o estilo, visitar ciertos lugares, comprar algunas cosas, comer algunos y dejar de comer otros alimentos, etc. Y poco a poco vamos adquiriendo un disfraz sin darnos cuenta de que es sólo otra máscara y que hacer todas esas cosas no nos vuelve espirituales.

Pero lo cierto, es que la espiritualidad consiste solamente en la práctica; pero no en la práctica de viejos preceptos ya sea budistas, cristianos o mahometanos,  sino simplemente en practicar la vida, adquirir experiencias y vivienciar cada hecho acontecimiento o circunstancia para conocer “in situ” cada acción, emoción y sensación de lo que vinimos a experimentar a este planeta. De nada sirve que otro te cuente como sabe el helado de vainilla, eres tú quien debe probarlo para conocer ese sabor; y si otro te cuenta como sufre las pérdidas de la vida, jamás podrás comprenderlo hasta que no vivas en carne propia tus pérdidas particulares.


Constantemente las personas adquieren actualmente ese llamado disfraz o ego espiritual y dejan de comer carnes, llenan sus casas de incienso, de imágenes de Buda y cuencos tibetanos; se visten de blanco, repiten mantras y leen a ciertos autores llamados “espirituales” y van por la vida “imitándolos”. Empiezan a comportarse de acuerdo a la idea que ellos tienen de la espiritualidad y se vuelven prisioneros de ese concepto. Eso no es más que un ego espiritual que quiere mostrarse ante los demás.

Ser espiritual es algo más que todo eso; es  otra cosa, ser espiritual no necesita nada de eso. Ser espiritual encuentra el espacio sagrado dentro de si mismo, sin hacer aspavientos ni postureos. La espiritualidad no es exhibicionista ni competitiva. El ser espiritual toma la vida como la gran escuela que es y por eso adquiere serenidad. Jamás comenta sus logros y rara vez lo escucharás quejándose porque practica la aceptación.


Es simplemente vivir consciente y concientemente, tener claro que estamos aquí de paso y por eso no nos aferramos a nada. Simplemente el alma espiritual se  comporta como un alma viajera que, ocasionalmente  en este viaje aquí en la Tierra, se ha vestido con un cuerpo concreto y algún día deberá abandonarlo  para continuar su viaje.

Cuando reconozcamos el origen común de nuestra humanidad, los orígenes comunes de nuestros sueños y anhelos, de nuestras esperanzas y temores, seremos capaces de ver que todos estamos unidos en el gran milagro de la existencia. 





Cuando podamos combinar nuestra tremenda riqueza interior para crear un tesoro de amor y sabiduría que esté disponible para todos, estaremos unidos en este modelo exquisito de la creación eterna. 

Ser consciente de esto y desprendernos de ese ego espiritual  para llegar a lo que realmente somos es un gran paso hacia la verdadera evolución de nuestra conciencia.