Viktor Emil Frankl (1905-1997) fue un neurólogo y psiquiatra austriaco, fundador de la logoterapia. Sobrevivió al holocausto desde 1942 hasta 1945 en varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau. A partir de esa experiencia, escribió el libro “El hombre en busca de sentido”. En esta ocasión os invitamos a leer este maravilloso ensayo del autor:
¿Quién
te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima?
¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién
controla tu vida? ¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu
suegra? ¿Tu jefe?
Podrías
armar toda una lista de sospechosos o culpables. Probablemente sea lo
más fácil. De hecho sólo es cuestión de pensar un poco e ir
nombrando a todas aquellas personas que no te han dado lo que te
mereces, te han tratado mal o simplemente se han ido de tu vida,
dejándote un profundo dolor que hasta el día de hoy no entiendes.
Pero
¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla
de lo que parece, y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón,
te daña o te quita la paz. Nadie tiene la capacidad al menos que tú
le permitas, le abras la puerta y le entregues el control de tu vida.
Llegar
a pensar con ese nivel de conciencia puede ser un gran reto, pero no
es tan complicado como parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando
comprendemos que lo que está en juego es nuestra propia felicidad. Y
definitivamente el peor lugar para colocarla es en la mente del otro,
en sus pensamientos, comentarios o decisiones.
Cada
día estoy más convencido de que el hombre sufre no por lo que le
pasa, sino por lo que interpreta. Muchas veces sufrimos por tratar de
darle respuesta a preguntas que taladran nuestra mente como: ¿Por
qué no me llamó? ¿No piensa buscarme? ¿Por qué no me dijo lo que
yo quería escuchar? ¿Por qué hizo lo que más me molesta? ¿Por
qué se me quedó viendo feo? y muchas otras que por razones de
espacio voy a omitir.
No
se sufre por la acción de la otra persona, sino por lo que sentimos,
pensamos e interpretamos de lo que hizo, por consecuencia directa de
haberle dado el control a alguien ajeno a nosotros.
Si
lo quisieras ver de forma más gráfica, es como si nos estuviéramos
haciendo vudú voluntariamente, clavándonos las agujas cada vez que
un tercero hace o deja de hacer algo que nos incomoda. Lo más
curioso e injusto del asunto es que la gran mayoría de las personas
que nos "lastimaron", siguen sus vidas como si nada hubiera
pasado; algunas inclusive ni se llegan a enterar de todo el teatro
que estás viviendo en tu mente.
Un
claro ejemplo de la enorme dependencia que podemos llegar a tener con
otra persona es cuando hace algunos años alguien me dijo:
"Necesito
que Henry me diga que me quiere aunque yo sepa que es mentira. Sólo
quiero escucharlo de su boca y que me visite de vez en cuando aunque
yo sé que tiene otra familia; te lo prometo que ya con eso puedo ser
feliz y me conformo, pero si no lo hace... siento que me muero".
Buf!
Yo me quedé de a cuadros!! ¿Será realmente esa la auténtica
felicidad? ¿No será un martirio constante que alguien se pase
decidiendo por nosotros/as nuestro estado de ánimo y bienestar?
Querer obligar a otra persona a sentir lo que no siente; ¿no será
un suplicio voluntario para nosotros/as?
No
podemos pasarnos la vida dando el poder a alguien más, porque
terminamos dependiendo de elecciones de otros, convirtiendonos en
marionetas de sus pensamientos y acciones.
Las
frases que normalmente se dicen las personas enamoradas como: "Mi
amor, me haces tan feliz", "Sin ti me muero", "No
puedo vivir sin ti", son completamente irreales y falsas. No
porque esté en contra del amor, al contrario, me considero una
persona bastante apasionada y romántica, sino porque realmente
ninguna otra persona (hasta donde yo tengo entendido) tiene la
capacidad de entrar en nuestra mente, modificar nuestros procesos
bioquímicos y hacernos felices o hacer que nuestro corazón deje de
latir.
Definitivamente
nadie puede decidir por nosotros/as. Nadie puede obligarnos a sentir
o a hacer algo que no queremos, tenemos que vivir en libertad. No
podemos estar donde no nos necesitan ni donde no quieran nuestra
compañía. No podemos entregar el control de nuestra existencia,
para que otros escriban nuestra historia. Tal vez tampoco podamos
controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo reaccionar e
interpretar aquello que nos sucede.
La
siguiente vez que pienses que alguien te lastima, te hace sufrir o
controla tu vida, recuerda: No es él, no es ella... ERES TÚ quien
lo permite y está en tus manos volver a recuperar el control.
"Al
hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: La última de las
libertades humanas-la elección de la actitud personal que debe
adoptar frente al destino- para decidir su propio camino".