viernes, 18 de septiembre de 2020

El hombre que tenía miedo de enfermar

A veces, por temor a perder algo, nosotros mismos hacemos que desaparezca: 

Sacamos los sentimientos de nuestro corazón por miedo a no ser correspondidos. 

No luchamos para obtener un triunfo por miedo a no lograrlo. 

No construimos nuestra vida en la forma que queremos por miedo a las dificultades que se van a presentar en el camino. 

No saciamos nuestros deseos por miedo a ser atrapados en ese placer convertido en vicio. 

Nos vamos mutilando para darnos cuenta un día, que esas ilusiones, sentimientos, deseos, aún persisten; que tenemos un apetito voraz de vivir,  pero ya es demasiado tarde pues  hemos perdido la fuerza de obtener lo que queremos. 

A continuación, os invitamos a leer esta maravillosa historia del gran maestro Jodorowsky:





"Un hombre, perfectamente sano, comenzó a tener miedo de enfermarse de los brazos. Fue a visitar a un doctor. Este, tras largos exámenes, concluyó: 

“¡Lo único que podemos, si usted teme enfermarse de los brazos, es cortárselos, así no podrá atrapar ninguna enfermedad en esas extremidades!” 

Lo hicieron. El paciente, manco, se sintió seguro un tiempo. Pero después empezó a tener miedo de atrapar una enfermedad en las piernas. 

Esta angustia no lo dejaba vivir. Consultó de nuevo al médico y este lo convenció de que al no tener piernas dejaba de atrapar una enfermedad en ellas. Se las cortó… Pasó el tiempo. 

Convertido en hombre-tronco, en un carrito de ruedas, el paciente volvió al consultorio, con un terror tremendo de atrapar una enfermedad en las vísceras. 

El doctor construyó una máquina especial con pulmones, hígado, corazón, tripas y demás vísceras, artificiales; separó la cabeza y la conectó al mecanismo, arrojando el resto del cuerpo a la basura. La cabeza, feliz, sin temor de atrapar enfermedades, se sintió segura.

Mas un día lo que quedaba del paciente comenzó a llorar. El médico, intrigado, quiso saber la causa de su pena. 

La cabeza, prisionera de las válvulas de plástico, tristemente respondió: “¡Es que tengo muchas ganas de revolcarme desnudo en la hierba!”.

Las prisiones mentales son inmateriales: puedes salir de ellas dando un paso real.

“Entre hacer y no hacer, siempre hay que elegir hacer”