A veces, por temor a perder algo, nosotros mismos hacemos que desaparezca:
Sacamos los sentimientos de nuestro corazón por miedo a no ser correspondidos.
No luchamos para obtener un triunfo por miedo a no lograrlo.
No construimos nuestra vida en la forma que queremos por miedo a las dificultades que se van a presentar en el camino.
No saciamos nuestros deseos por miedo a ser atrapados en ese placer convertido en vicio.
Nos vamos mutilando para darnos cuenta un día, que esas ilusiones, sentimientos, deseos, aún persisten; que tenemos un apetito voraz de vivir, pero ya es demasiado tarde pues hemos perdido la fuerza de obtener lo que queremos.
A continuación, os invitamos a leer esta maravillosa historia del gran maestro Jodorowsky:
"Un hombre, perfectamente sano,
comenzó a tener miedo de enfermarse de los brazos. Fue a visitar a un doctor.
Este, tras largos exámenes, concluyó:
“¡Lo único que podemos, si usted teme
enfermarse de los brazos, es cortárselos, así no podrá atrapar ninguna enfermedad
en esas extremidades!”
Lo hicieron. El paciente, manco, se sintió seguro un
tiempo. Pero después empezó a tener miedo de atrapar una enfermedad en las
piernas.
Esta angustia no lo dejaba vivir. Consultó de nuevo al médico y este
lo convenció de que al no tener piernas dejaba de atrapar una enfermedad en
ellas. Se las cortó… Pasó el tiempo.
Convertido en hombre-tronco, en un carrito
de ruedas, el paciente volvió al consultorio, con un terror tremendo de atrapar
una enfermedad en las vísceras.
El doctor construyó una máquina especial con
pulmones, hígado, corazón, tripas y demás vísceras, artificiales; separó la
cabeza y la conectó al mecanismo, arrojando el resto del cuerpo a la basura. La
cabeza, feliz, sin temor de atrapar enfermedades, se sintió segura.
Mas un
día lo que quedaba del paciente comenzó a llorar. El médico, intrigado, quiso
saber la causa de su pena.
La cabeza, prisionera de las válvulas de plástico,
tristemente respondió: “¡Es que tengo muchas ganas de revolcarme desnudo en la hierba!”.