jueves, 30 de junio de 2016

Cuento de Sabiduría Budista: Buda y Ananda


Una mañana, un hombre se acercó a Buda y le preguntó:
-¿Existe Dios?
Buda miró al hombre con detenimiento y le dijo:
-Sí.
El hombre no podía creérselo, porque había escuchado que Buda no creía en Dios. Ahora bien, ¿cómo interpretar aquel sí?.
Por la tarde vino otro hombre y le preguntó lo mismo:
-¿Existe Dios?
Y Buda le contestó:
-No, en absoluto.
Cuando llegó la noche, vino un tercer hombre, se sentó delante de Buda y le preguntó:
-¿Me dices algo sobre Dios?
Buda le miró, cerró los ojos y permaneció en silencio. El hombre también cerró los ojos. Ambos permanecieron sentados en silencio durante media hora; el hombre tocó los pies de Buda y dijo:



-Gracias por tu respuesta- y se marchó.
Ananda uno de sus discípulos y primo de Buda no podía comprender que hubiera dado tres respuestas diferentes y dijo que debería pensar en sus discípulos o se volverían locos.
Buda respondió:
-Debes recordar una cosa. En primer lugar, esas preguntas no son tus preguntas; esas respuestas no te han sido dadas a ti. ¿Por qué entras en esto? No tiene nada que ver contigo. Ha sido entre esas tres personas y yo.
Ananda dijo:
-Puedo entender eso. No son mis preguntas y tú no me has respondido. Pero tengo oídos y puedo oír; he oído las preguntas, he escuchado las respuestas. Y las tres se contradicen..
Buda dijo:
-Piensas en la vida en términos absolutos, ése es tu problema. La vida es relativa. Para el primer hombre, la respuesta es sí; la respuesta tiene que ver con él y con las implicaciones de su pregunta, de su ser, de su vida. Ese hombre al que le he dicho que sí era un ateo; no cree en Dios, y yo no quiero apoyar su ateísmo. Va proclamando por ahí que Dios no existe. Pero incluso si te dejas un pequeño espacio para explorar… tal vez en ese espacio exista Dios. Puedes decir con absoluta certeza que no hay Dios cuando has explorado la totalidad de la existencia. Y eso sólo es posible al final, y ese hombre simplemente creía que no hay Dios, pero no tenía la experiencia existencial de que Dios no existe. Mi sí era en relación con su persona, con su personalidad. La misma pregunta de otra persona habría recibido otra respuesta.
Y eso es lo que ocurrió cuando dije “no” a esa segunda persona. La pregunta era la misma, pero el hombre que las pronunciaba era diferente. Es relativo. El segundo hombre era tan “tonto” como el primero, pero estaba en el polo opuesto. Él creía en la existencia de Dios, y había venido aquí para que yo refrendara su creencia. Yo no refrendo las creencias de nadie, porque las propias creencias son el obstáculo.



Por último el tercer hombre vino sin creencias. No me ha preguntado “¿Existe Dios?, NO. Ha venido con el corazón abierto, sin mente, sin creencias, sin ideologías. Era un hombre sano, inteligente. Me ha preguntado “¿Puedes decirme algo sobre Dios?” No estaba buscando que alguien apoyara su sistema de creencias, no estaba buscando una fe, no estaba preguntando con una mente llena de prejuicios. Y me ha preguntado por mi experencia.



He podido ver que ese hombre no tenía creencias en un sentido o en otro, es una persona inocente. Con una persona tan inocente, el lenguaje pierde sentido. Sólo el silencio sirve como respuesta. De modo que he cerrado los ojos y he permanecido en silencio. De esta forma ha comprendido mi respuesta, que Dios no es una teoría, una creencia con la que puedes estar a favor o en contra. Por eso me ha dado las gracias por la respuesta.
Ha recibido la respuesta de que el silencio es estar con Dios; no hay otro Dios que el silencio. Y se ha ido tremendamente satisfecho, contento. Ha encontrado la respuesta. Yo no he dado respuesta, él la ha encontrado...


Cuento  de Sabiduría Budista: Buda y Ananda