![]() |
Ryke
Geerd Hamer (1935-2017) fue un médico alemán inhabilitado, creador
de la controvertida pseudomedicina nueva medicina germánica, que
critica la medicina basada en evidencias y promete un muy elevado
porcentaje de éxito en la cura del cáncer, así como cualquier tipo
de enfermedad.
|
- Doctor Ryke Geerd Hamer, ¿qué le indujo a interesarse en el cáncer, y a cuestionarse
las relaciones de causalidad entre el alma y las enfermedades?
Hasta 1978 no me había ocupado especialmente de ello. Era internista, es decir, especialista en medicina interna, y llevaba trabajando 15 años en clínicas universitarias. Dirigí cursos durante cinco años, enseñando a estudiantes. Era un internista normal, tenía en mi haber varios años de práctica médica. Todo eso hasta 1978.
Luego sucedió algo terrible. Un loco furioso disparó su fusil, sin el menor motivo, contra mi hijo Dirk, que dormía sobre un barco. Fue un golpe imprevisto que me pilló totalmente desprevenido. Un golpe contra el que me sentí impotente y sin capacidad de reacción. En la vida corriente, los sucesos y conflictos normales no ocasionan sobre nosotros un choque tan brutal. Siempre tenemos ocasión de prepararnos un poco ante ellos; son lo que denominaríamos los conflictos ordinarios que solemos tener. Por el contrario, a los conflictos ante los que no tenemos preparación, y que provocan una violenta perturbación psíquica, un choque, les llamamos conflictos biológicos.
Fue
así como en 1978 caí enfermo a causa de un conflicto biológico, un
conflicto de pérdida, desarrollando un cáncer testicular. En
aquellos momentos, como todavía nunca había enfermado de nada
grave, aquello me hizo reflexionar. Pensé que, sin duda, aquel
cáncer testicular debía estar relacionado, de una u otra manera,
con la muerte de mi hijo.
Tres años más tarde, en un clínica de cáncer ginecológico de la
Universidad de Munich en la que era jefe de servicio de medicina
interna, tuve ocasión de investigar si en mis pacientes del centro
el mecanismo se había desarrollado exactamente de la misma forma que
en mí. Es decir, si también ellas habían sufrido un choque
conflictual. Descubrí que, efectivamente, en todas mis pacientes sin
excepción se había producido un suceso-choque, a partir del
cual habían tenido las manos frías y experimentado pérdida de
peso, insomnio, etc. De manera que, tirando del hilo, se podía
remontar hasta el choque inicial a partir del cual el cáncer debió
producirse.
Por
entonces esta opinión era hasta tal punto contraria a las tesis
oficiales de la medicina escolar, que tan pronto expuse estas ideas a
mis colegas se me colocó ante la disyuntiva de abandonar mi trabajo
de clínica o retractarme.
- ¡Parece
algo propio de la Edad Media! ¿Cómo reaccionó usted ante esta
situación?
El despido me produjo un
conflicto biológico o, más concretamente, una desvalorización
violenta y brutal, lo recuerdo muy bien, ya que encontré monstruoso
que se me pudiera echar de la clínica únicamente por haber
realizado un descubrimiento científico fundamentado, nuevo e
irrefutable. Además, nunca hubiese imaginado que eso fuese posible.
Fue totalmente dramático, ya que hasta el último día pude examinar
a mi paciente número 200, de manera que la Ley de Hierro del Cáncer
casi vió la luz in extremis.
- ¿Podría
explicarnos brevemente y de forma sencilla cuáles son los criterios
esenciales de la Ley de Hierro del Cáncer?
La
Ley de Hierro del Cáncer es una ley biológica. Conlleva tres
criterios, el primero de los cuales se enuncia así:
Todo cáncer o enfermedad análoga al cáncer, se inicia con un S.D.H. (Síndrome Dirk Hamer), es decir, con un choque angustiante, extremadamente brutal y dramático, experimentado en soledad, que se manifiesta casi simultáneamente a tres niveles: psíquico, cerebral y orgánico.
Síndrome
de Dirk Hamer (S.D.H.). Lo denominé así porque el choque provocado
por la muerte de mi hijo Dirk fue el origen de mi cáncer testicular.
Luego, este Síndrome Dirk Hamer se convirtió en el eje, la columna
vertebral de toda la Nueva Medicina. Así pues, en cada caso de
enfermedad debemos intentar reconstruir escrupulosamente el Síndrome
Dirk Hamer, con todos sus agentes y consecuencias.
Debemos
retroceder hasta la situación específica de aquel momento. Es sólo
a partir de aquella situación que podremos comprender por qué el
problema ha constituido para alguien un conflicto biológico. Por qué
razón fue tan dramático. Por qué el afectado estaba tan solo en
aquellos momentos. Por qué nadie había podido compartirlo con él,
y por qué el problema provocaba en él un conflicto activo. Es
decir, que la persona en cuestión no podía escoger entre dos
opciones que se le ofrecían o no tenía ninguna posibilidad de
reaccionar ante el problema.
Un
buen médico debe poder efectuar con igual eficiencia la
identificación con un bebé -incluso un embrión-, con un viejo, una
jovencita o un animal, y ser capaz de trasladarse hasta la situación
que originó el Síndrome Dirk Hamer. Ese es el único medio que
tiene para poder distinguir entre un problema (de los que tenemos a
centenares) y un conflicto biológico.
- La
Ley de Hierro del Cáncer tiene además otros dos criterios, ¿no es
cierto?
Sí.
El segundo criterio se enuncia así:
En el momento de producirse el Síndrome Dirk Hamer, la forma del conflicto determina la localización cerebral del Foco de Hamer, así como la localización en el órgano del cáncer o del equivalente del cáncer.
En
efecto, los conflictos no existen por sí mismos, sino que cada
conflicto tiene una forma muy determinada que se define en el mismo
instante del Síndrome Dirk Hamer. La forma del conflicto se genera
por vía asociativa, es decir, por coordinación instintiva de ideas
que generalmente escapa al filtro de nuestra razón.
- ¡Eso
significa pues que a cada forma de conflicto le corresponde un cáncer
determinado, y un emplazamiento específico en el cerebro!
Sí. , En el mismo
segundo de producirse el Síndrome Dirk Hamer se produce un
cortocircuito en una localización predeterminada del cerebro que,
según los casos, corresponderá al riñón derecho o izquierdo, en otras al corazón, al pulmón etc. Este
cortocircuito puede ser fotografiado con ayuda de los escaners
cerebrales. La zona cerebral toma el aspecto de círculos
concéntricos, como en una diana o un estanque al que se ha arrojado
una piedra.
Hasta
ahora, este fenómeno ha sido siempre mal interpretado por los
radiólogos, que lo diagnosticaban como fenómeno de origen
artificial ocasionado por el propio aparato. La localización
cerebral que presenta este tipo de alteración se denomina Foco de
Hamer. No fui yo quien le dio tal nombre, sino mis detractores,
haciendo burla de esos «cómicos Focos de Hamer» en las
localizaciones descubiertas por mí.
- ¿Cómo
se enuncia el tercer criterio de la Ley de Hierro del Cáncer?
A
la evolución del conflicto le corresponde una evolución determinada
del Foco de Hamer en el cerebro, y una evolución
específica de un cáncer o de una enfermedad equivalente al cáncer
en un órgano. Se puede resumir así:
El conflicto biológico tiene un triple impacto, casi simultáneo, a tres niveles: psíquico, cerebral y orgánico.
Es
fácil de concebir y además se puede hacer la comprobación en el
primer caso que se nos presente: la evolución del conflicto y, llegado el caso, de la enfermedad, es sincrónico en los tres
niveles. En la medida en que el conflicto puede resolverse,
constatamos que los cambios debidos a esta solución se producen
sincrónicamente, es decir, en forma paralela en los tres niveles.
Se
trata de la acción de un sistema predeterminado, en el sentido
estrictamente científico, de manera que si se conoce uno de los
niveles se pueden deducir limpiamente los otros dos. Es decir, que en
último extremo tenemos un único organismo que podemos concebir a
tres niveles pero que de hecho es uno solo.
He
aquí un pequeño ejemplo. En mayo de 1991, tras una conferencia en
Austria, cerca de Viena, un médico me presentó el escáner cerebral
de uno de sus pacientes, rogándome que explicase a sus veinte
colegas presentes -la mayoría radiólogos y especialistas de
escaners cerebrales- lo que yo podía deducir a nivel orgánico y,
correlativamente, a nivel psíquico. La información de que disponía
era tan solo de uno de los tres niveles: el cerebral.
A
partir del escáner cerebral diagnostiqué un carcinoma vesical en
inicio de sangrado y en fase de curación; un antiguo carcinoma
prostático; una diabetes; un antiguo carcinoma bronquial y una
parálisis sensorial de una zona determinada del cuerpo, informando a
la vez de los correspondientes conflictos. Ante lo cual, el médico
se levantó y afirmó ante todos sus colegas: «¡Mi más sincera
felicitación, Doctor Hamer! Los cinco diagnósticos son cinco
aciertos. Es exactamente lo que tiene el paciente y lo que ha tenido.
¡Es fantástico!»
Uno
de los radiólogos presentes comentó entonces: «A partir de hoy me
he convencido de lo bien fundamentado de su método. En efecto,
¿cómo, sino, podría adivinar un carcinoma de la vejiga en inicio
de sangrado? Yo mismo no había hallado nada remarcable en el escáner
cerebral, pero ahora que nos ha mostrado los relés estoy dispuesto a
ratificar seguidamente su diagnóstico».
- Detengámonos
un instante en el plano psíquico. ¿Cómo detectar que he sufrido un
choque de este tipo, que desencadena a continuación la
correspondiente enfermedad cancerosa? ¿Cómo se reconoce?
Hay
criterios precisos que hacen que se distinga con facilidad de los
problemas y conflictos normales con que nos enfrentamos
cotidianamente.
Tras
un Síndrome Dirk Hamer, el paciente se halla en un estado duradero
de simpaticotonía, de estrés permanente, es decir, con pies y manos
completamente fríos, sin apetito, adelgazando, sin poder dormir por
la noche, sin poder pensar en otra cosa, de día como de noche, que
en su conflicto. Este estado sólo cambia cuando el paciente ha
resuelto su conflicto.
Así
pues, y a diferencia de los conflictos y problemas normales, vemos
que los pacientes que sufren estos conflictos biológicos mantienen
un estrés permanente que presenta síntomas muy determinados, con lo
que además del desarrollo del cáncer y del foco localizado en el
cerebro, visible desde el primer momento, el paciente manifiesta
síntomas psíquicos muy conocidos y definidos que no pueden pasar
desapercibidos.
- ¿Podría
citarnos, como ejemplo, algunos conflictos típicos? Y lo que también
sería interesante, ¿por qué se les denomina conflictos
biológicos?
Les
llamamos conflictos biológicos porque se explican desde un
punto de vista ontogenético, se presentan de manera analógica tanto
en el hombre como en el animal, y evolucionan igualmente de forma
análoga en ambos. No tienen nada que ver con los problemas y
conflictos con que nos enfrentamos habitualmente (los conflictos
psico-intelectuales). Son conflictos de una calidad fundamentalmente
diferentes, casos de perturbación, por así decir, previstos por la
naturaleza en el programa arcaico de comportamiento grabado en
nuestro cerebro.
Imaginamos que lo
pensamos, pero en realidad el conflicto estalló ya en el
intervalo de segundos por vía asociativa antes incluso de
que hubiésemos empezado el acto de pensar. Por ejemplo, cuando
un lobo arrebata a la madre su pequeña oveja, la madre desarrolla un
conflicto madre-hijo tal como lo hace la madre humana. La madre oveja
producirá un cáncer de mama en el mismo lado que la madre humana
desarrolla el suyo, según sea diestra o zurda. El relé cerebral se
halla en la misma localización en que en la madre humana se ubica el
relé del comportamiento madre-hijo y, en caso de perturbación, el
Foco de Hamer correspondiente al conflicto madre-hijo o al
conflicto de nido. Es la misma localización donde, en la tetilla del
niño pequeño, se localiza el relé para las relaciones niño-madre.
Todos
nuestros conflictos biológicos pueden ser clasificados
ontogenéticamente. Ontogenéticamente nosotros sabemos cuándo -es
decir, en qué etapa de la evolución de las especies- los
comportamientos específicos han sido desarrollados y registrados, de
forma que no sólo existen correlaciones entre órganos y zonas
cerebrales, sino también conflictos íntimamente ligados
ontogenéticamente. Una vez más, todas las perturbaciones psíquicas
relacionadas tienen relés vecinos en el cerebro y, ontogenéticamente
hablando, son también vecinas a nivel orgánico, de manera que
presentan la misma formación celular histológica. Es aprendiendo a
considerar nuestro organismo desde un punto de vista ontogenético
que descubrimos la prodigiosa organización de la naturaleza.
- ¿Podría
darnos algunos ejemplos tomados de nuestra vida cotidiana para comprenderlo mejor?
Sí.
Tomemos por ejemplo el caso de una madre que lleva a su hijo cogido
de la mano mientras está hablando con una vecina en la acera. De
repente, el niño se suelta de la mano de la madre y se lanza a la
calle. Chirrido de neumáticos, un vehículo que frena bruscamente…
y el niño que sale por los aires o es atropellado. La madre no
estaba preparada para un tal suceso y la ha pillado totalmente
desprevenida. Se ha quedado helada de espanto. El niño es conducido
al hospital, en el que permanece quizá durante días enteros entre
la vida y la muerte. Su madre tiene las manos heladas, no puede
dormir, ha perdido el apetito y se halla en estado de estrés
permanente. Desde el momento mismo del accidente empieza a
desarrollarse en su pecho izquierdo (o en su pecho derecho, si es
diestra), un nódulo. Ha sufrido un conflicto típico madre-hijo, con
configuración en forma de diana en el cerebelo derecho. Cuando la
madre recibe el alta de los médicos para llevar a su hijo a su casa,
y éstos le dicen: «Ha tenido suerte, ha salido bien de esto, no le
quedarán secuelas», desde ese mismo momento su conflicto entra en
fase de curación. Se ha solucionado el conflicto y a partir de
entonces la madre vuelve a tener las manos calientes, puede volver a
dormir de nuevo, recupera peso y tiene otra vez apetito. He aquí una
evolución típica del conflicto, que es casi idéntica tanto en el
hombre como en el animal.
Otro
ejemplo puede ser el de una mujer que sorprende a su marido en la
cama con su mejor amiga. La mujer desarrolla una conflicto de
frustración sexual que en el lenguaje biológico es un conflicto de
ser-privado-de-unión-carnal-con, y en el plano orgánico se traduce
en un carcinoma de cuello de útero si la mujer es diestra.
Sin
embargo, y ante la misma situación, no todo el mundo reacciona
obligatoriamente de igual manera, ni tiene como resultado obligado el
mismo conflicto. En efecto, si la mujer no amaba ya al marido y desde
hacía tiempo pensaba en el divorcio no siente esta sorpresa de
delito flagrante como un conflicto sexual sino, a lo sumo, como un
conflicto humano de falta de solidaridad con la familia. Éste sería
un conflicto de pareja y provocaría un cáncer de mama del seno
derecho, si la mujer es diestra.
Desde
el punto de vista psíquico, el mismo suceso, aconteciendo en un
contexto psíquico diferente, sólo es en apariencia el mismo suceso
ya que en realidad se trata de algo totalmente diferente. El
determinante no es lo que sucede, sino cómo lo encaja psíquicamente
el paciente en el momento del Síndrome Dirk Hamer. En este
caso, el mismo acontecimiento podría desencadenar un conflicto de
miedo-disgusto, con hipoglucemia (es decir, disminución en sangre
del nivel de glucosa) si la mujer hubiera sorprendido a su marido en
una escena desagradable con, digamos, una prostituta. O bien, el
mismo acontecimiento podría desencadenar una desvalorización de sí
mismo -con o sin conflicto sexual-, si la mujer hubiese sorprendido a
su marido con una chica veinte años más joven que ella. Entonces se
hubiera dicho: «Evidentemente, no puedo competir, yo no puedo
ofrecerle eso». En una tal situación la zona del cuerpo afectada
sería el sistema esquelético (la pelvis púbica), donde se
produciría osteolisis, es decir, descalcificaciones, como signo de
la desvalorización sexual.
Es
preciso saber todo esto para descubrir lo que el paciente tenía en
su cabeza en el momento del Síndrome Dirk Hamer ya que es en ese
preciso instante cuando se pone a rodar sobre el raíl de la
enfermedad. Este raíl es una imagen en extremo importante porque
todas las recaídas y retrocesos que eventualmente se producirán a
continuación seguirán de nuevo el trazado inicial del raíl.
Podemos hablar por eso de una verdadera alergia al conflicto.
- Doctor
Hamer ¿podría usted explicarnos por qué esta Ley de Cáncer se
denomina de Hierro?
Porque
al igual que el hierro es inalterable. Y es una ley biológica de la
misma manera que es ley biológica el que un niño tenga siempre un
padre y una madre, ya que se precisa la participación de los dos
para engendrar un nuevo ser.
- Doctor
Hamer, en la génesis del cáncer ¿qué papel juegan las substancias
denominadas cancerígenas? ¿Piensa usted que una nutrición sana
puede detener o retardar el cáncer?
No
existen substancias cancerígenas. Se han realizado innumerables
experimentos de vivisección en animales y sin embargo todavía no se
ha podido demostrar realmente que se haya encontrado una substancia
cancerígena. Desde luego, las pruebas que se han realizado han sido
completamente idiotas, ya que durante un año se ha estado inyectando
en las narices de ratas unas dosis concentradas de formaldehído, que
estas pobres bestias evitan normalmente como veneno virulento,
realizando grandes rodeos. Al final las ratas han desarrollado un
cáncer de la mucosa nasal. De hecho, el cáncer no fue debido al
aldehido fórmico o formol, sino que dado que estas pobres ratas
tienen horror a este producto, que es su bestia negra, han
desarrollado un conflicto de mucosa nasal, por tanto un Síndrome
Dirk Hamer, un conflicto biológico de no querer oler, podríamos
decir.
Con ello no quiero decir que todas
estas substancias resulten inofensivas para nosotros, únicamente que
no producen cáncer o, por lo menos, que no lo producen sin la
intervención del cerebro. En efecto, hasta ahora era admitido que el
cáncer era resultado de células orgánicas que se disparaban por
azar.
Todas
estas elucubraciones relativas al papel cancerígeno del tabaco, al
poder cancerígeno de la anilina o de otros productos, son tan solo
puras hipótesis que no han sido jamás probadas y que resultan
indemostrables. Por el contrario, se ha observado que los 6.000
hamster expuestos al humo de cigarrillo habían vivido una media de
tiempo superior que sus 6.000 congéneres que durante 6 años no
habían sido ahumados. El hecho que les pasó por alto fue que los
goldhamsters no tienen en absoluto miedo al humo por la simple razón
de que viven bajo tierra. He aquí por qué en su cerebro no tienen
registrado ese código, esa señal de alarma contra el humo.
En
los ratones domésticos sucede todo lo contrario, a la menor
emanación de humo les entra un terrible pánico y huyen. Cuando en
la Edad Media se veía una multitud de ratones huyendo de una casa,
se podía estar seguro de que en uno u otro rincón había fuego. Por
tanto, a un cierto número de estos ratones se les puede provocar
cáncer -en forma de manchas redondas en el pulmón-, lo que se
corresponde con un conflicto de miedo a la muerte.
Bastan
estos dos ejemplos para explicar y hacer comprender que todas las
experiencias que actualmente se llevan a cabo en animales no son más
que crueldad absurda hacia éstos, dado que en todas ellas se presume
que el alma del animal no existe. Resumiendo, no hay ninguna prueba
de que existan substancias cancerígenas que actúen sobre un órgano,
sin que medie la intervención del cerebro.
- ¿Y
en cuanto a los efectos radioactivos?
La
exposición a una radiación radioactiva, como la liberada en el
accidente nuclear de Chernobil, destruye indiscriminadamente las
células del cuerpo, siendo sin embargo las más perjudicadas las
células germinativas (los gametos), y las células óseas, ya que
son estas células las que la naturaleza ha dotado de una tasa de
división más elevada.
Cuando
la médula ósea -donde se fabrica la sangre- queda perjudicada y
empieza su curación, asistimos a una leucemia que, en principio, es
la misma leucemia que se presenta durante la fase de curación
consecutiva a un cáncer óseo desencadenado por una desvalorización
de sí mismo. Por tanto, y rigurosamente hablando, debemos decir que
los síntomas sanguíneos de la leucemia son no específicos, es
decir, que no se manifiestan únicamente en el cáncer sino en toda
curación de la médula ósea. El hecho de que apenas existan
leucémicos sobrevivientes de su enfermedad se debe únicamente a la
ignorancia de la medicina de escolares, cuyo tratamiento con quimio y
radioterapia destruye lo que todavía quedaba de la médula ósea, es
decir, que hace justo lo contrario de lo que debería haberse hecho.
En conclusión, la radioactividad es perniciosa, destruye las
células, pero no provoca cáncer porque éste puede sólo
desencadenarse a partir del cerebro.
- ¿Y
la alimentación sana?
Pensar
que la alimentación sana puede impedir el cáncer es también algo
absurdo. Naturalmente, un individuo-hombre o animal- que
lleva una alimentación sana está menos sujeto o receptivo a todo
tipo de conflictos, de la misma manera que resulta evidente que un
rico desarrolla diez veces menos cánceres que un pobre porque se
consiguen resolver mayor cantidad de conflictos con una cartera bien
repleta.
Por
igual motivo, un animal fuerte y robusto pilla menos cánceres que un
animal enfermo y viejo. Es algo innegable que está en la naturaleza
de las cosas, lo cual no quiere decir sin embargo que la vejez sea
carcinógena. Lo que le sucede al animal de más edad es que,
simplemente, es más débil. El ciervo viejo es menos fuerte y por
tanto es expulsado fácilmente de su territorio por un ciervo más
joven que rebose fuerza.
- Doctor
Hamer, en la medicina tradicional el dolor es considerado como un
signo negativo. ¿Qué papel juega el dolor en la Nueva Medicina?
Pues
sí, los dolores son un capítulo particularmente difícil. Existen
diferentes calidades de dolor. Hay dolores en la fase activa del
conflicto, tales como la angina de pecho o la úlcera de estómago. Y
existe otro grupo: los dolores existentes en el curso de la fase de
curación, que vienen provocados por inflamaciones, tumefacciones o
edemas, o incluso por cicatrizaciones.
Los
dolores de la fase activa del conflicto, tales como los de la angina
de pecho, desaparecen inmediatamente que se ha resuelto el conflicto.
Son dolores que, si se quiere, pueden ser resueltos psíquicamente.
Por
el contrario, los dolores de la fase de curación que, en
principio, son algo positivo, no pueden ser eficazmente combatidos a
menos que el paciente comprenda las relaciones de causa y efecto,
preparándose y adaptándose a ellos como a un trabajo realmente
importante que se debe realizar. Naturalmente existen formas de
atenuar los dolores del paciente, ya sea por medicamentos o por
algicidas de uso externo.
Tanto
en el hombre como en el animal, los dolores tienen fundamentalmente
un sentido biológico: el de inmovilizar el organismo por completo y
el órgano, de manera que la curación pueda realizarse de forma
óptima. Así es como sucede en la curación del cáncer de hueso. La
extensión del periostio (la membrana conjuntiva que recubre el
hueso) provoca fuertes dolores durante la fase de curación. O bien,
por ejemplo, la tensión de la cápsula del hígado, que resulta
dolorosa durante el hinchamiento del hígado en la fase de curación
de una hepatitis. Debe también mencionarse el dolor cicatricial en
el transcurso de la fase tardía de curación, por ejemplo, durante
el espesamiento del derrame pleural tras un cáncer de pleura, o bien
el espesamiento de las ascitis, que constituye la fase de curación
de un cáncer del peritoneo.
Lo
terrible es que en la medicina actual todos los pacientes que tienen
cáncer y dolores, aunque sean ligeros, reciben inmediatamente
morfina o derivados de la morfina. Incluso una sola inyección puede
resultar mortal, puesto que modifica aterradoramente la oscilación
global del cerebro y desmoraliza al paciente por completo. A partir
de ese momento también queda paralizado el intestino y no puede ya
elaborar y asimilar los alimentos. El paciente desarrolla abulimia y
no se da cuenta de que está a punto de que le maten cuando se
encontraba ya en la fase de curación, y que tan solo con que se
dejara a la naturaleza seguir su curso recuperaría la salud en el
espacio de algunas semanas.
Decirle
a un preso que se le va a ejecutar en dos semanas despierta una gran
oleada de compasión, aunque sea uno de los peores criminales. Pero
si se le dice a un paciente que se le va a ejecutar a través de
inyecciones de morfina y que durará quince días, seguro que
prefiere soportar los dolores antes que dejarse matar.
Cuando
los pacientes consideran de forma retrospectiva el tiempo
relativamente corto que han durado los dolores, agradecen que se les
haya evitado la muerte por morfina, a la cual habrían sucumbido con
toda seguridad en su fase de curación, al cabo de dos o tres semanas
de recibir morfina, Fortral, Valoron o Temgesic.
¿Pero
es que acaso los médicos no saben esto?, se preguntan incrédulos.
¡Claro que lo saben los médicos! Se acorazan tras el punto de
vista, dogmático y confortable, de que el dolor es el principio del
fin y de que, de todas maneras, ya no se puede hacer nada. Empecemos
pues por abreviar el proceso. La curación natural del cáncer queda
simplemente ignorada por razones dogmáticas a fin de que el cáncer
continúe siendo… una enfermedad de la que se muere
obligatoriamente y a través de la cual el paciente continúa siendo
manipulable.
- ¿Cómo
resumiría lo esencial de la Nueva Medicina, lo más importante, su
eje central?
La Nueva Medicina sabe en
función de qué leyes biológicas se desarrollan todas las
enfermedades. Y sabe que en el fondo no son enfermedades reales sino
que estas fases de conflicto activo son necesarias, que están ahí
para ayudar a resolver un conflicto que teníamos en el marco de la
naturaleza y que, en el fondo, el conflicto es para nosotros algo
bueno. La medicina vuelve a ser un arte, un arte para el médico que tenga
buen sentido y manos cálidas. No se puede ya detener a la Nueva
Medicina.
El
miedo resultante de la pérdida de confianza natural en nosotros
mismos y en nuestro cuerpo; el abandono de la escucha instintiva de
nuestro organismo, van perdiendo pie y empiezan a tambalearse. Y,
comprendiendo las relaciones de causa y efecto entre el psiquismo y
el cuerpo, el paciente capta también el mecanismo del miedo, el
pánico irracional desencadenado por el pronóstico de los peligros, supuestamente inevitables, que a partir de ahora sólo son
inevitables y mortales en la medida que el paciente se lo crea y
tenga miedo.
La responsabilidad que los médicos nunca han
asumido ni han podido asumir, tendrán que restituirla ahora a los
propios pacientes. Esta Nueva Medicina sólo puede significar la
auténtica libertad para aquel que la ha comprendido realmente.
- Para
finalizar, doctor Hamer, ¿puede explicarnos qué significa el título
original de su libro Legado de una Nueva Medicina?
Considero
que el descubrimiento de la Nueva Medicina es el legado de mi hijo
Dirk, cuya muerte originó mi cáncer testicular. Yo administro este
legado para transmitirlo fiel y concienzudamente a todos los
pacientes, de forma que con ayuda de esta Nueva Medicina queden
capacitados para comprender su enfermedad y que, habiéndola
comprendido, la puedan vencer recobrando así la salud.
Fuente «INTERVIU AU DR. HAMER».