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lunes, 13 de abril de 2020

La pandemia vista desde la espiritualidad

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- Discípulo:
Maestro, me cuesta tanto comprender que el Universo nos haya mandado un virus tan agresivo. ¿Cuál es el propósito?


- Maestro:
Él no lo manda. Lo permite, que es diferente. La pandemia la generó el hombre a través de la violación constante de las leyes universales.


- Discípulo:
Pero algo tan malo va a generar mucha destrucción.


- Maestro:
El coronavirus no es malo. Tampoco es bueno. Es necesario, que es diferente. No existe nada malo para el universo. Si el coronavirus está presente es porque está permitido por la Divinidad, o no podría existir. 
La idea del bien y del mal se genera en tu mente que juzga desde su archivo de ignorancia un suceso que en sí es neutro.

- Discípulo:
Pero son tantas las personas que se están contagiando en el mundo, o se van a quedar sin tener ni qué comer. Tantos niños, ancianos, hombres y mujeres. Es muy injusto.


- Maestro:

Lo injusto no existe dentro del amor universal. Eso existe sólo en tu mente que no comprende el propósito que hay en lo profundo. Lo que sí existe es lo justo, lo preciso, lo exacto, lo correspondiente. Existe un proceso evolutivo necesario que consiste en una toma constante de información. Un ir aprendiendo a través de enfrentar las dificultades que la vida nos presenta, para que en medio del caos y del sufrimiento que se genera, descubramos el principio de amor que se encuentra en la vida misma. Y éste principio de amor es el que nos irá liberando de las limitaciones humanas, y nos hará correspondientes con experiencias de mucha más satisfacción y armonía.



Tienes que comprender que a nadie le sucede una experiencia que no le corresponda. Y si le corresponde la vivirá, aun cuando luche o se resista. El coronavirus no es malo. Es muy bueno, ya que de él están aprendiendo muchísimas personas. Se está elevando el nivel de conciencia del planeta, al vernos en la necesidad de desarrollar grandes herramientas de amor como son la aceptación, la valoración y la adaptación. La paciencia, la tolerancia, y el respeto.


Podrá ser una prueba difícil, pero mala no es. Tú estás creciendo gracias a ella. Si dejas de ver al coronavirus desde tus miedos, y lo empiezas a verlo desde tu comprensión, podrás reconocer el valor que hay en él. Así podrás pasar esta prueba que la vida te está presentando. La decisión está en ti, y para eso la vida te dio un libre albedrío.


Se te concedió la facultad de tomar decisiones, y estas serán respetadas por el universo completo. Puedes darle la opción al miedo, al orgullo y al ego o puedes dársela al amor. La decisión es tuya. ¡Está en ti! Pregúntate qué decisión estás tomando . ¿Optaste por el miedo, o por el amor?
La decisión es tuya, pero tendrá un resultado, que también es tuyo, y tendrás que asumir.

Si te decidiste por el miedo, generarás destrucción en tu paz, en tu energía vital, en tus relaciones y en tu salud. Si te decidiste por el amor pasarás la prueba que la vida te está presentando, y ya no necesitarás volver a sufrir más. Dale la opción al amor. El camino siempre es el amor.



- Discípulo:
¿Y qué es darle la opción al amor?


- Maestro:
Conviértete en un ser imperturbable. Invulnerable. Trabaja en ti para que tu paz y tu felicidad no dependan de lo externo. Deja de ver problemas, y empieza a ver oportunidades que puedes aprovechar para hacer un crecimiento interior. Desarrolla la aceptación. “Todo lo que sucede es perfecto, y si existe y sucede es porque tiene un propósito”. “Padre, que se haga tu voluntad.y no la mía”. “Muéstrame cómo te puedo servir mejor”.

Aprende a fluir y a adaptarte. Actúa con sabiduría en lugar de reaccionar desde el miedo. Vigila tu pensamiento para que sólo vibre en la frecuencia del amor. Esto te llevará a tener claridad en la mente. No compartas tus miedos con los demás. Comparte solamente tu entusiasmo, y tu alegría. Vigila tu verbo.

Que tu palabra genere armonía, y haga sentir confiados y seguros a los demás. Las dificultades no se solucionan luchando contra ellas. Hazte amigo del coronavirus. No lo veas como algo malo, sino como algo necesario. Y háblale: “Tú qué me estás enseñando”. “Eres valioso para mí y estoy dispuesto a aprender lo que me puedas enseñar”. “En cuanto aprenda te puedes ir porque ya no te necesitaré”.

Aprovecha la oportunidad que en éste momento la vida te está presentando, para hacer un trabajo interior.



martes, 19 de noviembre de 2019

Lo que importa es la edad que siento

Hijo de campesinos, José Saramago nació en Portugal, en el pueblo de Azinhaga, el 16 de noviembre de 1922. Su origen tendría una gran influencia en su pensamiento y sus ideas a lo largo de toda su vida. Murió el 18 de junio de 2010, hace ahora nueve años. Nos dejó una gran cantidad de libros; al rededor de 20 novelas, varios diarios, memorias, muchos ensayos, obras de teatro, crónicas, relatos, poesía…) y de palabras inmensas que reflejan su pensamiento.

Recordamos hoy uno de sus poemas más bellos sobre la vejez:






Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo… ¡Qué importa eso!. Tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido. Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos. ¡Qué importa cuántos años tengo!. No quiero pensar en ello. 

Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo. Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte. Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos. 

Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás. Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza. Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa. ¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas… valen mucho más que eso. 

¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!. Lo que importa es la edad que siento. Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos. Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos. ¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!. Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.

José Saramago 


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