Lo que no decimos no muere, nos mata
Todavía hay muchas personas que dudan de la relación directa que existe entre nuestras emociones y nuestra salud física.
Debemos ser conscientes de que cuando evitamos expresar nuestras opiniones o hacer lo que nos gusta por miedo a desagradar a los demás, al final lo que
conseguimos es sentirnos mal con nosotros mismos/as.
Por ejemplo, el miedo a perder a un
amigo por el hecho de expresar o discrepar con él, nos puede llevar a negar
nuestros sentimientos y puede que más adelante estas emociones nos desborden .
No deberíamos tener miedo de ser
sinceros y os contamos el porqué:
- Los sentimientos no se eligen. Los sentimientos no se eligen. Es completamente válido tener pensamientos y emociones que nos hagan sentir mal. Sentir, de una forma u otra, no nos convierte en buenas o malas personas. Son nuestras acciones las que determinan si somos mejores o peores personas.
- Las emociones funcionan como una brújula. Es decir, tenerlas en cuenta contribuye a discernir entre lo que deseamos y no. Por tanto, nos orientan en nuestra toma decisiones y favorecen en la construcción de una buena autoestima.
- Los amigos, las personas en general evolucionamos. Si nuestro ideal de amistad choca con nuestra realidad, es momento de escucharnos y averiguar qué es lo que realmente queremos y qué nos molesta para así buscar soluciones.
- Respeta lo que sientes. Si lo haces y eres consecuente con tus sentimientos y pensamientos, te será fácil expresar tus desacuerdos. Hazlo con serenidad, seguridad y no hagas aquello que no quieres hacer. Aprende a ser asertivo. De esa forma te respetarás, te respetarán y eso te hará estar bien contigo.
- Decir lo que sientes no es sinónimo de discusión. Todos los amigos alguna vez atraviesan etapas de crisis o desencuentro, de distanciamiento o tienen algún conflicto, y eso no implica necesariamente romper la amistad. Por el contrario, en muchas ocasiones contribuye a fortalecer la relación.
¿Sabes
a dónde van las palabras que no se dijeron?
¿Sabes
a dónde va lo que quieres hacer y no haces?
¿Sabes
a dónde va lo que no te permites sentir?
Nos
gustaría que lo que no decimos cayese en el olvido, pero lo que no
decimos se nos acumula en el cuerpo, nos llena el alma de gritos
mudos.
Lo
que no decimos se transforma en insomnio, en dolor de garganta.
Lo
que no decimos se transforma en nostalgia, en destiempo.
Lo
que no decimos se transforma en debe, en deuda, en asignatura
pendiente.
Las
palabras que no decimos se transforman en insatisfacción, en
tristeza, en frustración.
LO
QUE NO DECIMOS NO MUERE… NOS MATA
Por tanto, busca siempre el equilibrio entre la razón y la emoción.
Escucha tus sentimientos y emociones con atención y honestidad. Ser capaz de identificar lo que se siente y reconocerlo ante uno mismo es el primer paso hacia una mayor comprensión interior.
Dedica tiempo a explorar qué es lo que realmente deseas, qué situaciones te generan temor y qué cosas te entristecen. Solo con ese conocimiento podrás tomar decisiones más conscientes y cuidar de ti de forma auténtica. (Ya hemos tratado el manejo de las emociones en artículos anteriores).
Acepta esos sentimientos que nacen de ti.
Tal vez la razón no siempre logre comprenderlos del todo, pero eso no les quita valor. Respetarlos es fundamental para no ir en contra de ti mismo.
Y sobre todo, aprende a gestionar tus emociones. Conócelas, escúchalas, y luego permíteles salir guiadas por la razón. Solo así podrás expresarlas de forma sana y avanzar hacia aquello que realmente deseas.
No tengas miedo. Siente, acepta y actúa con conciencia y valentía. Porque solo abrazando lo que sientes podrás vivir en plenitud y ser fiel a quien realmente eres.
@luzplena