sábado, 14 de abril de 2018

Cuento Budista: El Maestro Tibetano

El Maestro Tibetano
En una pequeña aldea de las montañas del Tíbet vivía un anciano monje muy sabio que se dedicaba a la docencia. Corría la leyenda de que, frente a cualquier situación, lograba siempre una magistral enseñanza.



Cierta tarde, mientras el anciano maestro estaba en el Templo con sus alumnos, un hombre irrumpió repentinamente gritando: 
- “¡Embustero! ¡Farsante! ¡Mentiroso!…”
Todos los allí presentes se sintieron de lo más incómodos ante aquella situación y esperaban a que el maestro respondiera a los insultos, impacientes por una nueva lección.
Pero no fue eso lo que sucedió. Nuestro monje esperó a que el desconocido dejara de gritar y se marchara. Sólo entonces decidió reanudar su curso como si nada hubiera pasado.
A la semana siguiente, volvió a repetirse la misma escena: el desconocido se acercó al Sagrado Templo y lo insultó de nuevo: 
- “¡Miserable! ¡Charlatán! ¡Canalla!…” – le gritó.
El maestro permaneció impasible en esta ocasión también.
Por tercera semana consecutiva aquel hombre volvió a acercarse al Templo y gritarle: 
- “¡Cretino! ¡Necio! ¡Majadero!…”
Los alumnos estaban cada vez más asombrados. Muchos de ellos se sintieron incluso decepcionados. Nadie comprendía que su Maestro aceptara semejante humillación sin hacer ni decir nada.
Sin embargo, y por algún motivo desconocido, una semana más tarde, el mismo hombre entró de rodillas en el Templo implorando clemencia: 
- “Perdón, Maestro, eres sabio y bondadoso, digno de admiración. Te pido disculpas pues alabo todo cuanto haces…”
Todos se quedaron  desconcertados y sorprendidos ante tal cambio, sin embargo, el anciano monje tampoco reaccionó esta vez.
Uno de los alumnos, que creía ser más aventajado, preguntó al no poder contenerse: 
- “¿Por qué no dices nada, Maestro?  ¿Por qué no te defendiste antes o te alegras ahora?
- Mi querido alumno -dijo el anciano-, escuché lo que el hombre decía, pero nunca me pareció que estuviera hablando de mí.
No te tomes NADA personalmente. Ni la peor ofensa ni el peor desaire, ni la más grave herida debes tomarlo personalmente. Quien te ofende tiene un veneno que descarga contra ti, por no saber cómo deshacerse de él. En la medida que alguien te quiere lastimar, en esa medida ese alguien se lastima a sí mismo. 

COMPARTE ESTE ARTÍCULO CON LA GENTE QUE AMAS