viernes, 27 de noviembre de 2020

EL INTESTINO: Nuestro segundo cerebro


«Tener un nudo en el estómago o mariposas en el estómago», «hacerse mala sangre o calentarse la cabeza», «Revolverse el estómago»… Mucho antes de que la realidad científica les diera la razón, las expresiones populares reflejaban la estrecha relación entre el vientre y las emociones…


¿Existe un vínculo estrecho entre el intestino y el cerebro? Actualmente, sabemos que hay 200 millones de neuronas en el intestino y que este sistema nervioso entérico se comunica de manera estrecha con el sistema nervioso central.

Más recientemente, los estudios han sugerido que, además de sus funciones metabólicas e inmunitarias, la microbiota intestinal también participaría en la comunicación entre el intestino y el cerebro, e influiría sobre el funcionamiento cerebral. 


En la actualidad, los investigadores estudian las posibles relaciones entre un desequilibrio de la microbiota intestinal y algunos trastornos psíquicos: estrés, depresión, pero también enfermedades neurodegenerativas (Parkinson, Alzheimer…). 

Estas dos estructuras permanecen ampliamente vinculadas durante toda la vida.

Por esta razón, algunas sustancias hormonales producidas bajo la estimulación nerviosa por las glándulas endocrinas, actúan sobre ambos órganos.

Por tanto, el estrés y las emociones negativas afectan al estómago y los intestinos: todo lo que ocurre en el cerebro tiende a afectar la función intestinal. Entre los neurotransmisores que predominan en la relación entre el primer y el segundo cerebro, ciertamente está la serotonina, una molécula conocida por su vínculo con la depresión y que es producida en un 95% por las células del intestino.

En el caso de la inflamación intestinal, se desencadena un fuerte déficit de la molécula en el cerebro con la consiguiente depresión. Por tanto, la inflamación, la alteración intestinal y la depresión pueden ser manifestaciones del mismo proceso.

Además del primer cerebro, el segundo cerebro también está conectado con el resto del organismo a través del sistema inmunológico.

La construcción de la microflora intestinal comienza en el momento del parto, cuando el recién nacido entra en contacto con la flora bacteriana materna y luego continúa durante la lactancia. Posteriormente, la flora de nuestro intestino está continuamente en contacto con los microorganismos ingeridos a través de los alimentos. En el tercer año de vida, la flora bacteriana se asienta por completo y comienza a mostrar su hostilidad.

Cuando se produce una alteración del pH interno, disminuyen las bacterias saludables como los lactobacilos y las bifidobacterias y aumentan las dañinas como el Bacillus Coli.

¿Cuáles son las causas de la destrucción de la bacteria bífidus?

Son muchos los factores que alteran este delicado equilibrio, pero los más importantes son una nutrición incorrecta, cambios bruscos de dieta, uso de antibióticos y estrés.

En este contexto, juegan un papel clave los probióticos, cepas específicas de microorganismos, en particular lactobacilos y bifidobacterias capaces de colonizar la flora intestinal con efectos positivos en la salud a favor del sistema inmunológico.

También parece que los probióticos no solo aumentan la respuesta inmune sino que promueven la tolerancia.

Las bacterias bífidus son probióticos que se encuentran en el intestino delgado de adultos sanos y bebés amamantados. Estas bacterias pueden disminuir fisiológicamente con la edad o cuando la salud comienza a disminuir.

Cómo cuidar tu intestino

Por tanto, habrás comprendido que tener un intestino en forma es de fundamental importancia para nuestra salud. Aquí tienes 5 sencillos consejos para cuidarlo:


1) Comer bien

La primera regla fundamental es seguir una dieta sana y equilibrada que varíe con las estaciones y que sea rica en fibra y alimentos prebióticos (es decir, de los que se alimentan las bacterias buenas de nuestro intestino). Estas sustancias no digeribles permiten un tránsito intestinal regular y deben consumirse todos los días a través de frutas, verduras, legumbres y cereales integrales. En cambio, los azúcares refinados y la sal deben limitarse tanto como sea posible.

2) Agua

Además, hidratarse bien es esencial para el bienestar del intestino y más allá. Al olvidarnos de beber, hacemos mucho más difícil la situación dentro de este órgano y en consecuencia ir al baño será cada vez más difícil hasta que aparezca el estreñimiento.

3) Probióticos

Como ya hemos comentado, los probióticos (también llamados fermentos lácticos) son bacterias buenas, de gran utilidad en los casos en los que, por la ingesta de antibióticos, una dieta no regulada o la aparición de problemas intestinales, existe un desequilibrio de la flora bacteriana intestinal. .

Su ingesta permite restablecer todas las funciones regulares del intestino, por eso existen diferentes especies y en diversas formulaciones en farmacia y fitoterapia que conviene evaluar caso por caso.

4) Actividad física

La actividad física es buena para todo nuestro cuerpo, incluido el intestino, tanto a nivel físico, ya que mejora la circulación, el metabolismo y estimula la motilidad intestinal regular, como a nivel mental, ya que permite liberar tensiones y estrés acumulados .

5) Técnicas de relajación

Dado que el intestino, conectado al cerebro, es un lugar donde es muy fácil sentir problemas y tensiones debido a las emociones y al estrés, nada mejor que cuidarlo descansando lo suficiente y quizás utilizando, si se sabe, técnicas de relajación como sea posible. Sea respiración profunda o yoga.

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