LA GUERRA CONTRA EL TIEMPO
Tarde o temprano perdemos la guerra contra el tiempo. Nuestra juventud se nos escapa del cuerpo y la gravedad fuerte y descarada, se apodera de todo aquello que cuidadosamente nos hemos esforzado por mantener en su lugar.
Ya no hay cremas ni pomadas que borren las marcas de tantas risas, penas, trasnoches y enojos de nuestro semblante. Tomamos vitaminas, colágeno, limón, jengibre, vinagre de manzana, miel y omega 3, y cuanta fórmula se nos atraviese. Comemos menos para llenarnos de hambre. Sudamos cuando hace frío y el sueño nos desvela.
Un día nos damos cuenta que no hay tacón cómodo, que no vemos sin gafas y las raíces de nuestras canas crecen sin piedad. Que nuestra cintura se va emparejando y nuestras rodillas se van redondeando.
Un día, nos cansamos de imitar en el espejo, a aquella joven que fuimos. Nos miramos de frente, sin luz cálida ni sombras y por fin aceptamos que hemos vivido más vida de la que nos queda.
Y que bello que ha sido haberlo vivido y sentido. Haber dado tanto amor, como haberlo recibido. Adquirir la experiencia y aprender de paciencia. Qué importa si nos ganó la gravedad y perdimos la guerra contra las arrugas o que nos cansamos de hundir el estómago.
¿Qué importa? si la belleza ya sale del alma y además, es infinita y está plena de amor y perdón. Qué importa si vamos pa' viejas o si las hay más jóvenes y más bellas. Qué importa si tenemos la vida y cada experiencia nos pinta de sabiduría.
¡Qué honor haber sido y continuar siendo madres, esposas,
novias, amantes, hermanas, abuelas y amigas...!
Aun nos queda mucho amor por vivir y llega sin exigir ni pedir.
¡Qué maravillosa es esta etapa de ser como somos, de amarnos tal cual somos!. Qué lindo es seguir adelante con todo lo vivido y aprendido...
Autoría: Elisa Dapena Cruz