viernes, 31 de enero de 2020

El rencor no me sentaba bien así que, me vestí de indiferencia





Desde niños la sociedad nos inculca la importancia de aprender a perdonar. La religión da un enfoque más altruista pero desde la psicología, se le ha dado otro significado al perdón: “se debe por puro egoísmo”. Es decir, debemos olvidar para facilitar nuestra propia felicidad. 

No quiere decir que haya que olvidar. No existe ninguna cirugía milagrosa que extraiga de nuestro cerebro recuerdos dolorosos como los que han sufrido las víctimas de malos tratos, o aquellos que sufrieron una estafa, abuso o humillación. 


Es muy complicado cargar con ese dolor sobre nosotros a lo largo de la vida, pero al final se puede superar. El milagro del perdón permite que el dolor y su capacidad corrosiva se vayan diluyendo en nuestro corazón y conciencia.

Dice Anthony de Mello en uno de sus maravillosos libros (“Un minuto para el absurdo”) :

“La gente no está dispuesta a renunciar a sus celos y preocupaciones, a sus resentimientos y culpabilidades porque estas emociones negativas, con sus punzadas, les dan la sensación de estar vivos”, dijo el Maestro. Y puso este ejemplo: “Un cartero se metió con su bicicleta por un prado, a fin de atajar. A mitad de camino, un toro se fijó en él y se puso a perseguirlo. Finalmente, y después de pasar muchos apuros, el hombre consiguió ponerse a salvo. ‘Casi te agarra, ¿eh?’, le dijo alguien que había observado lo ocurrido. ‘Sí’, respondió el cartero, ‘como todos los días”.

No significa tener que entender al otro. Es más fácil superar el resentimiento si se conocen los motivos que han llevado a la otra persona a hacer daño, pero no siempre existe una explicación lógica. Y sin embargo es fácil caer en el error de buscar argumentos racionales que fundamenten el daño que sufrimos. Pero si se sigue este camino, se acaba en un bucle sinfín de difícil salida.

La gran Lousie Hay, siempre habló sobre lo bueno de olvidarse de las expectativas sobre cómo deben actuar los demás para que ese laberinto del rencor se desplome por sí solo. Este ovillo se llega a enrredar aún más cuando alguien se hace preguntas del estilo “¿Por qué a mí?”. Lo conveniente es intentar no dar respuesta a esta cuestión porque lo único que genera es más frustración.


No hay que reconciliarse forzosamente con la persona que daña. El perdón tiene más finales de los que nos enseñaron. Ni se trata obligatoriamente de poner la otra mejilla. Lo importante es sentirse bien con uno mismo/a y quizá sea imposible volver a confiar en esa persona. Por ello, se puede llegar a perdonar a alguien y luego decidir si se quiere o no apartar a ese persona de nuestra vida.


Entonces, ¿qué significa perdonar? Se trata ni más ni menos de pasar página y olvidarse de la venganza. Hay estudios que refuerzan como el perdón es la clave para superar abusos sexuales sufridos por mujeres durante su infancia. 

Saber olvidar es, por tanto, poner la felicidad en nuestras manos y no en manos del otro. Según algunas investigaciones, perdonar garantiza más años de vida, menos depresión y riesgo de infarto, una presión arterial más baja e Incluso un sistema inmunitario fortalecido. 

En definitiva, el perdón trae consigo bienestar y salud.

Pero solo se puede perdonar si se crece interiormente. Everett Worthington es, además de ingeniero nuclear, catedrático de Psicología de la Universidad de Virginia (Estados Unidos) y está especializado en el tema del perdón. Worthington confesó en una entrevista que alguna vez él también se había sentido incapaz de olvidar. Un ladrón entró en casa de su madre y la golpeó brutalmente hasta matarla. Su primer pensamiento fue acabar con el agresor con su bate de béisbol. Por aquella época, Worthington acababa de publicar uno de sus libros sobre la capacidad de perdonar. 

Parecía que la vida le estaba gastando una broma de mal gusto para probar si en realidad sabría aplicarse el cuento. Al final superó la prueba. Se puso en el lugar del ladrón y pensó en el pánico que habría sentido al entrar a una casa que creía vacía y encontrarse a una señora. 

Entonces se dio cuenta de que él mismo no era mejor que el ladrón porque en realidad el asaltante reaccionó al pánico y, en cambio, él se había planteado que quería asesinarlo. Podéis leer aquí una entrevista al Everett Worthington

No es fácil controlar las emociones y sentirse humillado es bastante normal. Pero una vez superado este primer sentimiento debe hacer acto de presencia la voluntad. A partir de aquí el tiempo puede jugar a favor o en contra. Si el resentimiento se enquista, se volverá crónico; si se deja pasar, será más fácil seguir adelante

Para liberar el resentimiento, los expertos también sugieren pensar en el futuro. Sin embargo, cuando se está sumido en la amargura y se mira al exterior, la luz puede cegar tanto que es imposible ver nada y fácil cuestionarse qué sentido tiene pensar en nuevos propósitos. 

Pero la vida sigue, poco a poco irán apareciendo nuevas siluetas que nos devuelvan la ilusión y podamos dar carpetazo a los sentimientos más dolorosos. Entonces saldremos sintiéndonos diferentes, habremos madurado y lo que encontraremos fuera será mucho mejor de lo que recordamos.